La ansiedad es un tipo de reacción del organismo ante situaciones que suponen cierta tensión.

Aunque es un mecanismo de reacción que actúa en condiciones normales, a veces puede llegar a ser un síntoma de cierto estado de alteración psicológica que se produce de forma repetida ante múltiples situaciones, y que impide el desarrollo de una vida normal.

La distinción entre miedo y ansiedad no siempre está clara, aunque podría afirmarse que el objeto de la ansiedad resulta vago e impreciso, mientras que el miedo suele asociarse a un objeto más concreto.

Desde otra perspectiva, la ansiedad podría considerarse también como el correlato psicofisiológico del miedo, es decir, como el conjunto de reacciones que éste genera en el organismo.

Factores ansiógenos

Las situaciones que pueden generar ansiedad son numerosas y muy diversas: desde pequeños sucesos de la vida cotidiana hasta situaciones extraordinarias e imprevistas de mayor envergadura, como un accidente o la muerte de un ser querido, pasando por experiencias más o menos habituales en el ciclo natural de la vida que supongan algún tipo de cambio, como casarse, mudarse de casa, un nuevo trabajo o la independización de un hijo.

No todas las personas reaccionan igual ante los mismos hechos, de forma que un factor que puede generar ansiedad en una persona quizá resulte neutro para otra.

De hecho, aparte de las condiciones objetivas de la situación en sí, en la aparición de ansiedad y el grado de intensidad de la misma influye el modo particular en que la persona perciba el factor ansiógeno.

Un mismo acontecimiento puede generar una gran ansiedad en un individuo y dejar a otro completamente impasible.

Las diferencias individuales en la forma de reaccionar dependen en gran medida del grado de madurez de la persona, de la mayor o menor experiencia en situaciones similares (genera más ansiedad una situación desconocida o la que se enfrenta alguien por primera vez que otra repetida) y, en muchas ocasiones, de factores de origen inconsciente, que el sujeto no reconoce o no sabe a qué atribuir.

Manifestaciones de la ansiedad

Las manifestaciones físicas más frecuentes son sudoración abundante, especialmente en las manos, taquicardias, aceleración del ritmo respiratorio, aparición de dolores de cabeza como consecuencia de la tensión acumulada en los músculos del cuello y de la nuca y trastornos relacionados con el aparato digestivo, como son las náuseas, vómitos y dolores de estómago o las alteraciones en el hábito de defecar (estreñimiento o diarrea).

Otros síntomas posibles incluyen insomnio, dolor en el pecho (que puede parecerse al del infarto de miocardio), molestias al tragar alimentos, dificultad para respirar y disminución de la tensión arterial.

En el ámbito de lo emocional, la ansiedad es un estado caracterizado por sentimientos de aprensión, incertidumbre y temor a ser incapaz de afrontar con los propios recursos personales las demandas generadas por un acontecimiento que, de forma real o imaginaria, supone una amenaza.

La persona siente inquietud, nerviosismo, ganas de salir huyendo, o bien sensación de quedarse paralizado o un temor vago que le impulsa a la acción.

Al conjunto de reacciones comunes a todos los individuos, independientemente de los recursos peculiares que pongan en juego para enfrentarse a las situaciones ansiógenas, se le denomina síndrome de adaptación general (SAG).

Función y niveles de ansiedad

En condiciones normales, un cierto nivel de ansiedad es necesario para estar alerta, atento a lo que sucede en el entorno y con capacidad para responder a las demandas del medio.

De hecho, una clave para la maduración y el desarrollo personales radica en la habilidad para controlar la ansiedad y servirse de ella en beneficio propio.

Este nivel de ansiedad cumple una función de alarma muy necesaria.

Ahora bien, cuando el grado de ansiedad sobrepasa ciertos niveles, en vez de actuar como motor que impulsa a la acción, impide al sujeto poner en juego sus recursos y dar respuesta adecuada a las situaciones problemáticas.

En estos casos la ansiedad es negativa y puede llegar incluso a generar ataques de pánico o crisis de angustia, que requieren la instauración del oportuno tratamiento.

Controlar la ansiedad

Para mantener la ansiedad en niveles adecuados es necesario aprender a reconocer sus síntomas y saber identificar las situaciones que la provocan.

En general, es conveniente llevar una vida equilibrada y sana. Comer adecuadamente, evitando las sustancias estimulantes, como el café, el tabaco y el alcohol, y realizar ejercicio físico con asiduidad.

Las técnicas de relajación basadas en el control de la respiración, así como los ejercicios de estiramiento muscular o las técnicas afines al yoga suelen facilitar y aliviar la tensión acumulada en el organismo.

En caso de ansiedad intensa o prolongada es conveniente buscar apoyo especializado.