Es importante para nuestra existencia cotidiana dejar que la vida fluya, sin interferir en los planes de la naturaleza para nosotros, en síntesis nadar con la corriente.
Aceptar el cambio para alcanzar los objetivos.
Cuando algo no sale como esperábamos solemos entrar en desesperación.
Esta no es una respuesta sana, si tenemos en cuenta que muy pocas veces las cosa se dan como las pensamos.
Si aprendemos a fluir, seremos capaces de encontrar las oportunidades allí donde se producen los cambios, esto es primordial en la superación personal.
El resultado es una vida sin angustias y con la mente abierta a encontrar nuevos caminos.
Muchas veces nos encontramos frente a encrucijadas que, simplemente, no sabemos como resolver.
Puede ser que recibamos una oferta laboral que no nos termina de convencer y nos coloca ante la difícil situación de decidir que hacer.
También puede pasar lo mismo con los sentimientos, a veces deseamos estar con alguien, pero nos sentimos imposibilitados de hacerlo ya.
Estas dos situaciones son apenas una muestra del gran número de circunstancias en donde nos vemos obligados a tomar decisiones que no podemos afrontar.
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Una corriente psicológica cree que, en estos casos, lo mejor es decidir por una de las variables y hacernos responsables del camino emprendido.
Sin embargo, desde hace algunos años una nueva visión acerca de estas encrucijadas nos dice que la clave está en la alternativa natural de aprender a fluir.
Es decir, no se trata de forzar decisiones, ni obligamos a aceptar lo que elegimos en un momento de presión, sino de esperar que el tiempo acomode las cosas.
La filosofía de dejar que las cosas fluya no sólo es útil ante las decisiones, sino también cuando nos enfrentamos a problemas o situaciones que no se presentan como esperábamos.
Aquí también es importante dejar que las cosas fluyan, dejar que todo se acomode por su cuenta.
¿Cual será, entonces, nuestro rol?
Aprender a fluir ante lo inesperado y saber aprovecharlo es un entrenamiento que debemos aplicar en los pequeños sinsabores de la vida y los grandes fracasos.
Porque ninguno de los dos será tal cosa si sabemos encontrar las oportunidades.
Al fluir, centramos nuestra energía hacia objetivos más elevados y de mayor plenitud que nos parezcan realizables en cada momento.
Advertimos que la vida es básicamente buena, prodiga y alegra y que lograr lo que queremos sin tensiones ni luchas es parte de un derecho innato derivado del simple hecho de vivir.
Para entender como funciona la alternativa natural de dejar fluir, Shakti Gawain recurre a una metáfora: Imaginemos que la vida es un río.
La mayoria de la gente se acerca a la orilla, temerosa de soltarse y arriesgarse a ser arrastrada por la corriente.
En un determinado momento, todos debemos estar dispuestos a soltarnos, confiando en que el río nos lleve sanos y salvos
Saber descubrir las nuevas oportunidades
Cuando experimentamos un cambio inesperado, es normal que nos quedemos descolocados, sin saber que hacer.
Sin embargo, ese lapso de confusión no debería durar mas que unos pocos minutos.
Al instante debemos preguntarnos cual seria la mejor forma de aprovechar el cambio, de que manera podemos construir sobre lo que no pudo ser.
Transformar y avanzar nos lleva al concepto de serendipidad.
Esto es la capacidad para realizar descubrimientos ante lo inesperado.
Aumentar nuestro grado de serendipidad es un aspecto clave para aprender a improvisar y dejar que las cosas fluyan.
Lo que nos tenemos que preguntar es como podemos aprovechar al máximo las circunstancias cambiantes para acercarnos, no importa de que manera, a los resultados que esperábamos.
Dejar que la vida fluya es la clave de cualquier éxito.
La alternativa natural de aprender a fluir, también tiene que ver con aprender a esperar.
Estamos acostumbrados a creer que la única manera de tener éxito es mediante el esfuerzo, el trabajo excesivo y la renuncia a nuestro placer.
Esta creencia rige gran parte de nuestra cultura y esta presente cada vez que pensamos que debemos aprender del sufrimiento.
Pues bien, también podemos aprender de la diversión.
Al fin de cuentas, nuestro propósito en la vida es ser felices.
Estamos demasiados acostumbrados a la angustia y el sufrimiento y creemos que así es como se consiguen las cosas.
Si supiéramos usar la alternativa natural de saber fluir, sabríamos que ese no es el camino correcto.
Dejar que las cosas fluyan no quiere decir que nos tenemos que cruzar de brazos a esperar que otros hagan las cosas por nosotros, sino elegir la paz en lugar del miedo o la resistencia.
Significa trabajar, progresar y expandir nuestros limites aprovechando la fuerza de la corriente de nuestro contexto, sin tratar de contener el mar de cambios (y oportunidades) que se abalanzan sobre nuestros proyectos.